miércoles, 5 de septiembre de 2007

Anecdota Ficticia

El chirrido de los frenos hace que me tape los oidos.
La puerta del subte para frente a mí. A mi alrededor cientos de personas amontonadas empujándose por un lugar en ese vagón que ya tiene bastantes pasajeros.
Los ejecutivos con sus trajes y camisas, los turistas con sus bolsos, los adolescentes con sus mp3, otros con sus diarios abiertos, los que son pequeños y quedan debajo de la manada, los que son mas altos y tienen el privilegio de respirar encima de todo eso, los que logran conseguir un asiento abalanzándose sobre este, los que buscan apoyarse en alguna pared, los que buscan estar cerca de una ventana donde pase aire, todos con la frente llena de sudor. También están aquellos que tiene sus remeras completamente húmedas. Todos gruñen en vos baja y maldicen en su cabeza.
Las puertas se cierran y el subte arranca, comienza el chirrido insoportable. En el vagón no cabria ni siquiera una alfiler, nadie puede moverse sin lastimar o molestar a quienes tiene al lado. Nadie mira a otro fijo a los ojos. Unos miran hacia abajo, otros al suelo, otros hacia a fuera, los que lograron un lugar privilegiado se sumergen en lecturas.
Nuevamente el chirrido de los frenos. No hay mas espacio físico en el vagón, pero el nuevo andén se encuentra colapsado de gente. Las puertas se abren, parte de la gente que estaba adentro es empujada por la presión hacia afuera. Para poder entrar comienzana a apretar a los que tienen delante, vuelven los gruñidos en vos baja y las puteadas interiores. El sudor aumenta, la molestia también. Alguien intenta pedir que no presionen mas, que están lastimando a una anciana, pero siguen presionando desde la puerta. Cuando estas se están por cerrar, un pie las golpea y queda atorado entre ellas. Las puertas se abren nuevamente, y una persona de contextura mediana con el pelo teñido de rubio comienza a empujar bromeando, pidiendo “que le hagan un lugarcito”, empuja y empuja hasta que entra y se cierra la puerta.
Nuevamente el chirrido de las vías, la gente vuelve a gruñir y maldecir, se enciende algo similar a una ventilación pero el aire caliente que tira empeora el sudor de la manada. Un bebe comienza a llorar mientras la anciana intenta no ser aplastada, el chirrido del tren se vuelve mas insoportable, el sudor en la cara de las personas es inhumano, el bebe no deja de llorar, el rubio teñido sigue empujando acomodándose pidiendo lugar, levanto mi codo con furia y se lo clavo en la nariz, la vista de las personas allí se desvía hacia al ventana donde queda marcada una gran mancha de sangre, el subte sigue con su chirrido, el bebe sigue llorando. La cantidad de personas no deja que el rubio teñido caiga al piso, por lo que queda suspendido entre la puerta y la manada. El bebe deja de llorar, termina el chirrido. Algunos vuelven a mirar hacia a fuera, otros bacía abajo, otros siguen leyendo su diario. El rubio teñido permanece inconciente con la cara pegada ya a la puerta.

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