domingo, 2 de septiembre de 2007

Anecdota Individual

Estaba con dos amigos en un bar, una noche en un día de semana.
La luz del bar era tenue, el volumen de la música permitía que los escuchara a ambos.
Estábamos alrededor de una mesa cuadrada: a mi derecha Matías, a quien recién estaba conociendo, y frente a mi Carlos, amigo y compañero de trabajo.
Esa noche decidí tomar una gaseosa.
Carlos me había comentado varias veces muchas cosas que le perturbaban en su vida, y Matías parecía tener respuesta a muchas de ellas. Cuando lo vio por primera vez, Carlos creía que lo conocía de algún lado. Matías no paraba de hablar y hacer bromas, era una persona enérgica; Carlos era un tipo serio, tranquilo.
De un momento a otro Carlos comienza a contarle a Matías lo que le sucedía y a preguntarle cosas. El tono de voz y la mirada de Matías cambiaron con el correr de las preguntas. De repente Matías dejo de ser esa persona bromista y paso a hablarle directamente a los ojos a Carlos, su mirada me ponía la piel de gallina, su presencia me inspiraba una especie de miedo adictivo, no me quería ir, pero me sentía raro. Durante varios minutos estuvieron en silencio, un comentario de Carlos hace que le pregunte algo, el me responde haciendo alusión a algo que había dicho un momento antes, a lo que yo conteste que habían estado callados durante un tiempo, a lo que Carlos me dijo que nunca dejaron de hablar, Matías le dijo, muy tranquilamente, que yo no estaba escuchándolos. A partir de ese momento el miedo se transformo en respeto, se acentuaba la piel de gallina, el aire y la atmósfera del lugar se habían vuelto indescriptiblemente extraños.
Siguieron hablando.
Nos levantamos a la barra, Carlos se va al baño. Me quede hablando con Matías.
Comienzo a hacerle unas preguntas, en base a unos comentarios míos me cuestiona cosas de mi familia. Mirándome con una cara y mirada que no volvía verle desde que lo conozco me dijo que yo no sabía con quien estaba hablando. Me dijo que yo tenia miedo de hablar con mi papa, al principio lo sentir como una pregunta, pero estaba afirmando algo.
Volvió Carlos, nos sentamos en otra mesa. El clima volvió a la normalidad, se fue la extraña sensación, Matías volvió con sus bromas y humor, Carlos se encontraba demasiado confundido, Matías intentaba evitar mas preguntas, no quería que sigamos cuestionándolo, de repente se sentía incomodo respecto a ello.
Esa noche, cuando me acosté, entendí y acepte muchas cosas que no había creído del todo, en el momento que me di cuenta que efectivamente temía hablar con mi padre.

No hay comentarios.: